domingo, febrero 08, 2009

RELATO: Un runrún por las hojas de hierba de Whitman

Por Juan Gutiérrez Magallanes
(Asociación de Escritores de la Costa//Taller Yngermina/ RENATA
)

José, siempre había sido un hombre que conocía las emociones de los animales por los movimientos de los músculos del lomo de éstos, su sensibilidad por la naturaleza lo hacía imitador del ruido de las hojas del matarratón, cuando éste comenzaba a florecer, podía identificar los pájaros por su trino , por esto no era extraño ver a José , cuando aprendió a escribir, trazando en hojas sueltas sus pensamientos y emociones; se fue formando una aureola de niño poeta, en todas las reuniones familiares declamaba las aventuras y juegos que ocurrían en el pueblo, además de las acciones de los animales y bondades de las plantas que conocía. Así fue el mundo que se creó José, y pudo caminar por toda la nación y entrar a varias universidades, sin llegar a cambiar sus aficiones ni sus amores por la naturaleza. Cuando se estableció en la ciudad Iguanada, formada por una parte colonial y otra por los extramuros, le cantó a esta última parte, resaltando la desidia y el abandono a que era sometido este sector, por los gobernantes y por la indiferencia de sus habitantes, sin llegar a olvidar la nostalgia por su provincia materna, siempre llevaba en su mochila los últimos veinte libros que había escrito, con éstos, montaba en cualquier rincón un escenario, lo importante era el silencio para las palabras de la naturaleza, él decía que a la naturaleza, le gustaba poderse escuchar y sentir su aroma.
José pertenecía a la región colombiana, donde los hombres nunca pierden su oración dialectal ni sus costumbres parroquiales, llevan acuesta un canto por su alimentación y una profunda nostalgia por el olor a la naturaleza. Las múltiples universidades por donde había estado, jamás pudieron borrar sus añoranzas por los amaneceres de sus montes. José era un cabalgante de las oraciones del “alegría de Leer”.
En lo más interno de su corazón, él sentía un runrún, por el país de origen del poeta estadounidense, Whitman(1819-1892), quería experimentar, a ver si era posible, en aquel país de alta tecnología, el olor de las “hojas de hierba” del poema de Walt, que habían sintetizado a partir de la emoción que sintió el poeta al escribir aquel poema. Aquellos hombres de ciencias, podían recoger la energía de la emoción que quedaba en el ambiente y llegar a materializar los seres descrito en una oración, y más cuando se trataba de la poesía.
José, después de setenta años de existencia, se le presentó la oportunidad de cumplir su sueño a acabar con el runrún de su corazón. Llegó a Estados Unidos, a una ciudad limpia, como las axilas del niño Dios y solitaria como la iglesia en día particular, de inmediato se asombró, porque al caminar una cuadra se perdían los saludos y los piropos a los cuales estaba acostumbrado, y si encontraba a alguien, no podía hablarle porque había que respetar la libertad del otro. Miró hacia una tienda inmensa donde vendían porciones de frutas, se alegró, pero esta alegría se congeló, cuando preguntó por el valor, éste era inalcanzable, comparó con el que tenían en su pueblo y sintió un apretón en su corazón: “Cuánto añoraba a su provincia” “Cuán rico era su pueblo”. Ya no se sentía tan deslumbrado por las carreteras lisas y sin huecos. Al día siguiente, lo llevaron a Walt Disney para mostrarle uno de los parques naturales del África, José a primer instante se mostró deslumbrado, pero al acercarse a los animales observó que no eran naturales, aquello lo apreció al mirar el lomo de los animales, sus músculos no mostraban la tonicidad característica de lo acostumbrado a mirar en los de su caserío, además la jirafa, que tanto lo impresionó, consumía las hojas de una planta que no se agotaba, y el resoplido de ésta no tenía el olor propio de los animales que digieren la hierba, aquellos animales exhalaban un vaho igual al muñeco plástico del circo que mostraban en el pueblo de La Y. Nada era natural, salvo los gallinazos que consumía carroña plástica que transformaban en material reciclable. En aquellos gallinazos había algo especial, eran animales clonados con jugos gástricos especiales. Volvió José a sentirse muy extraño en aquel ecosistema, que no era el acostumbrado por él. Cuestionaba a su compañero aculturado en aquel medio y las respuestas eran de elogios a la tecnología del mundo de los gringos, lo que acrecentaba más la nostalgia de José, la cual sólo calmaba escribiendo en la soledad de su habitación. Durante el mes de su estadía en aquel mundo de extremada limpieza escribió cuarenta poemas de nostalgia dedicados a la grandeza de su pueblo en los Montes de María
juanvgutierrezm@yahoo.es

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